3 de abril de 2009

UNA EDUCACIÓN

(Goya y Rembrandt)


Bernhard habla del torero (yo creo se trata del peón al recibir el toro) que “ cobarde, se esconde al primer ataque. (...) una imagen (...) que acaba de manera horrible.

La belleza tiene su precio (...) cómo lo esta mirando, con una brutalidad que no se puede ni imaginar (...) más el hombre es (...) más feo/malo es (...) ahora llega la estocada fatal. Este es el instinto primordial del hombre que atraviesa a todas las clases sociales, a todos los hombres (...).

Esto es muy evidente; el hombre civilizado lo hace de manera escondida, pero lo hace bien. Esta es la manera primitiva, sediento de sangre, en el verdadero sentido de la palabra.

(...) mentiroso (...) una cosa extremamente elegante, pero también infernal; la corrida es un espectáculo ejemplar.

(Al final llegó la traducción de Bernhard vía Italia, pero ninguna alegría es completa en este mundo y el audio no permite una transcripción perfecta, taquigráfica, como a mí me gustaría. Nos quedamos con unos retazos que no desvelan el misterio en su totalidad, pero nos permiten intuir lo que llevó al austriaco a la plaza de Las Ventas. Bernhard, como Machado y tantos otros con mirada certera, ve en la corrida de toros algo muy serio: una representación de lo humano en toda su complejidad con todo lo infernal y divino que acarrea este pobre ser. Por eso lo considera "espectáculo ejemplar" sobre la vida y la muerte, la creación y la destrucción, la belleza y la repulsión. Una verdadera educación...

En otra entrevista, recopilada en su libro "El italiano", que dejo a continuación, Bernhard razona aspectos clave de su formación en la más tierna infancia (sí alguna vez la tuvo) que explican esta visión instructiva suya (y mía), para la vida, de la tauromaquia, de la carne, de la sangre y de la muerte)

(Educación)

... las primeras impresiones, el camino ya para inscribirme en la escuela primaria, en la primera clase... para mí pasaba junto a un carnicero, y junto a la puerta abierta, hachas, mazos, cuchillos en fila, muy bien ordenados, por un lado sanguinolentos, por otro relucientes y limpios, pistolas de sacrificar... luego el ruido de los caballos que se desploman de pronto, los vientres enormes que se abren, se derrumban, huesos, pus, sangre... luego, desde el carnicero, subir unos escalones hasta el cementerio, capilla ardiente, una tumba... todavía me acuerdo, ya el primer día de clase, el cadáver de un joven pálido en la capilla ardiente, hijo de un fabricante de quesos... y de las palpitaciones en el banco de la escuela... una maestra joven...

Mi abuela, que me llevaba siempre además -por las mañanas atravesaba yo el cementerio, por la tarde me llevaba ella al deposito de cadáveres-, me levantaba en alto y me decía: "Mira, otra vez una mujer". Nada más que muertos... Y eso tiene cierta importancia para cualquiera, y de eso se pueden sacar conclusiones sobre todas las cosas.


(Bernhard)

2 comentarios:

  1. Sr Javier... a quién usted debe dar las gracias es a Isabella y sus dos taquígrafas tedescas.

    ¿Al final qué le ha parecido?

    un saludo

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